08 agosto 2011

Save The Date (0)



Prólogo



Nunca voy a tener una boda.

Cuando me encuentre con mi chico soñado-que no será (a) aburrido, (b) desagradablemente en forma, (c) un enorme idiota flipado con los juegos de rol, o (d) un modelo taiwanés que apenas conozco, como los maridos de algunas otras personas que podría mencionar, mi plan es evitar la inevitable catástrofe total de la boda.

En su lugar vamos a hacerlo de la manera pasada de moda.

Le golpearé en la cabeza, le arrastraré a Las Vegas, y me casaré con él en una elegante capilla de Elvis, al igual que nuestros ancestros cavernícolas habrían querido.

Ninguna de mis cinco hermanas mayores tendrán que ser damas de honor. De hecho, ni siquiera tendrán que venir, si no quieren, a excepción de Sofia, que será mi dama de honor. Y no voy a obligarla a llevar el vestido más horrible que pueda encontrar, porque, a diferencia de la mayoría de mis hermanas, soy una persona amable y que piensa en las demás, y por cierto, un terrorífico sentido del estilo.

No me malinterpreten, quiero a mis hermanas. Soy el bebé de la familia, por lo que siempre han cuidado de mí y me trataron como su juguete favorito cuando era niña. De hecho, siempre fueron súper amables conmigo, hasta convertirse en novias. Así que a pesar de los vestidos de dama de honor que me han obligado a usar y los bichos raros con que se han casado, las quiero.

Es que no es seguro casarse en esta familia, al menos no si yo, Yakarta Finnegan, pone una fecha para la boda, que, presumiblemente, haré en mi propia boda. Esto se debe a que la familia Finnegan sufre de una Maldición de Boda terrible, o por lo menos yo.

No sé lo que hemos hecho para merecerlo.

No entendí esto hasta después de la boda número 2. Yo pensaba que toda la locura en la boda de mi hermana mayor (la número 1) fue normal detrás de las escenas de locura. Cuando el padrino quedó atrapado en una tormenta de nieve en Michigan —en junio—, yo estaba como, ¡qué, raro!, y luego, cuando el organista de la iglesia enfermó con las paperas (¿en este siglo?), Pensé que era extraño, y claro, todos estábamos un poco asustados por la bandada de gaviotas que se estrelló con la claraboya de la Recepción durante el corte de la tarta, pero en ningún momento pensé ¡Vaya, mi culpa! o ¡Quizá debería anular la invitación de Patrick a la boda! Después, cuando mi primer novio me dejó y huyó lleno terror, se me ocurrió que tal vez los chicos a los catorce años de edad,  no están hechos para ceremonias nupciales.

Pero no fue sino hasta la próxima boda que la alarma comenzó a explotar en mi cabeza. Por ejemplo, el día que le pregunté a mi nuevo novio David que fuera mi cita para la boda, el novio se rompió la muñeca jugando al tenis y todas las 300 invitaciones regresaron a nuestras puertas en una pila gigante, ya que faltaban dos centavos de franqueo. El día antes de la boda, por teléfono, fue la primera vez que le dije a David que lo amaba, y en ese momento exacto me puso en llamada en espera.

Cuando lo entendí, fue cuando uno de mis tíos nos llamó histéricamente para decirnos que el hotel donde todos los invitados debían alojarse se había quemado. Y luego, en el camino a la boda, cuando besé a David en la limusina, un rayo cayó sobre el coche de delante de nosotros, causando un masivo choque en cadena de seis coches en el que no resultó herido a nadie, pero todos los involucrados en la ceremonia llegaron con una hora de retraso.

Un rayo. Las paperas. Y las gaviotas. Te lo digo, no estoy loca. Esto es una maldición real. Y ni siquiera entro a contar la destrucción emocional de después con David, porque no me gusta hablar de eso.

Así que puedes ver por qué no soy una loca con la idea de tener una boda propia.  Además, todas las buenas ideas ya se han probado. No hay nada que yo pudiera hacer que no se haya hecho antes. Eso es lo que sucede cuando tienes cinco hermanas mayores.

Pero debería empezar por el principio, la despedida de soltera de Victoria, donde todo comenzó a desmoronarse.

O quizás debería volver a Sydney, y a las bodas de Alejandria, para que puedas conocer el cuadro completo de lo que es ser una dama de honor... una y otra y otra vez.

O tal vez remontarme aún más lejos que eso, porque a decir verdad, el problema realmente comenzó cuando mis padres tuvieron a Victoria y a Paris con sólo diez meses de diferencia.

Vamos a empezar con quien soy (ya que estoy bastante segura de que no es ahí donde alguien más empezaría). Vamos a emprender el asunto de la manera correcta desde el principio. Mi nombre es Jack. Bajo ninguna circunstancia, nadie me llamará Yakarta. No es mi culpa el que mis padres estén locos y obsesionados con los viajes, y ninguno de nosotros va a animarles usando mi nombre real.

Mis padres son Ken y Kathy de la serie Guía de Viaje de Ken y Kathy. Debes haber visto los libros, todo acerca de cómo viajar a lugares fascinantes y tener locas aventuras, incluso con un montón de niños a cuestas. Ellos viajan todo el tiempo, siempre a lugares remotos, exóticos y fabulosos, y su casa está llena de arte foráneo extranjero y baratijas. Pero una cosa es colgar una máscara africana en la pared o colocar una alfombra de llamas peruanas. Y otra cosa muy distinta es llamar a sus hijos después como las ciudades a las que han viajado, ¿no crees?


Mis hermanas no lo tienen tan mal: Alexandria, Sydney, Victoria, París y Sofía. Esos podrían ser totalmente nombres de persona normales, ¿no es así? No como Yakarta. Quiero decir, en serio.

Supongo que podría ser peor. Mi nombre podría ser Tlaquepaque, o Irkutsk, o Pyongyang. O, ya sabes, Pittsburgh. A veces doy una mirada a través del atlas sólo para recordarme a mí misma todos los nombres que serían peores que el mío.

Esa soy yo. Mirando el lado positivo.

Alejandría, la más mayor, tiene veinte y ocho. Es abogada, y es alta, delgada y rubia y de apariencia perfecta todo el tiempo. Sofía y yo, en realidad, no podemos creer que estemos emparentadas con ella.

Ella se casó hace dos años, con otro abogado, Harvey El Hombre Más Aburrido de la Tierra. Esa fue la boda con la tormenta de nieve y las paperas y las gaviotas. Aquella en la que Patrick rompió conmigo.

Luego está Sydney, que es un año y medio más joven. Ella es atlética y pequeña y llena de energía, y es pediatra. Se casó con su instructor de tenis hace un año. Cuando digo "odiosamente en forma"? No tienes ni idea. Marco me hace sentirme cansada solo mirarlo. Incluso cuando está sentado en nuestra mesa de la cocina leyendo el periódico, se puede decir que está quemando una gran cantidad de calorías. Su boda fue aquella donde el hotel se quemó y el rayo golpeó un coche y David se comportó como el mayor idiota mayormente.

Después de Sydney vino Victoria y Paris, a sólo diez meses de diferencia y tan diferentes como dos personas puede serlo. Victoria, nuestra "romántica" hermana, es esbelta y pálida, lleva el pelo largo y denso como una ninfa en una pintura prerrafaelista, y es muy dulce y tranquila... o, al menos lo era hasta que se convirtió en la novia-a-ser. Paris, por el contrario, tiene el pelo de color rojo brillante cortado cerca de su cabeza, un pendiente en la nariz, y un ardiente deseo de ser la sopladora de vidrio más famosa del mundo. Mi madre dice que es "una individuo".

Paris fue lo suficiente para mantener a mis padres ocupados durante cuatro años. Personalmente, si yo tuviera una hija como Paris, no volvería a tener relaciones sexuales, por si acaso hubiera otra como ella acechando allí.

El mundo no podría SOBREVIVIR a dos Paris.

Por suerte, lo que consiguieron en cambio, fue Sofía, mi hermana veinteañera, que es también mi mejor amiga y la más grande genio del universo. Ella se graduó en la universidad este año-con triple especialización y aún así terminó en tres años.

Entonces estoy yo. Acabo de cumplir diecisiete años. Tengo el pelo normal castaño rizado, los hombros anchos, y ojos grises normales. Trato de no montar escándalos, porque vi a mis padres sufrir los años salvajes de la adolescencia de París y no pareció divertido para nadie.

Al ser una buena chica normal, consigo hacer todo lo que quiera, y hay mucho menos de gritos.

Además, es difícil sobresalir cuando estoy con mis hermanas.

Si he tratado de ser escandalosa (o revoltosa), Paris sería más escandalosa (y mucho, mucho más traviesa).

Si intentaba ser dulce, Vicky sería más dulce. Si intentaba ser autoritaria, Alex... bueno, ya te haces una idea. Así que trato de permanecer fuera del radar, e intento ser útil, porque como una vez mi madre me dijo: "Yakarta, cariño, amamos el que seas una niña tan fácil", y esa es probablemente la única cosa que ella nunca ha dicho sobre mis hermanas, ni siquiera de Sofia, que era demasiado dada a ser fácil. (¿Y sabes lo bueno de ser hijo fácil? Que soy a la que ellos todavía llevan en sus excursiones de viajes. No ser problemática me ha llevado a la India y a Egipto y a Paraguay y a Portugal, así que incluso cuando Paris recibe toda la atención, sigo pensando que estoy ganando.)

No soy rubia ni super-en forma ni perfecta. Ni romántica, ni "particular", y definitivamente no soy un genio. Entonces, ¿qué soy yo? Te diré el qué: una dama de honor.

Se siente como si hubiera sido una dama de honor durante tres años consecutivos, y ni siquiera he pasado por la mitad de mis hermanas todavía. La boda de Victoria es este verano y a continuación la de París... bueno, llegaremos a eso en un minuto.

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